Desde niña, hablarme bonito no existía. No crecí con ese tipo de práctica, ni mucho menos con el hábito de la autocompasión. Y cuando me hice adulta, esos conceptos me parecían imposibles de entender.
Veía a personas hablando de “vibras”, de “encomendar el día a Dios”, de “manifestar cosas buenas”, y honestamente… solo pensaba: ¡qué ridículas!
Me sonaba cursi, forzado.
Yo era del estilo que buscaba lógica para todo. Todo tenía que ser racional. Y si pasaba algo que no entendía, me decía: “así es la vida”.
Mis diálogos internos eran duros. Frases como:
– “Es porque eres fea.”
– “No lo mereces.”
– “Dale pues, ponte las pilas.”
– “Qué bruta, otra vez lo hiciste mal.”
– “Te pasa por floja.”
eran parte de mi rutina mental. Y lo peor… por mucho tiempo ni siquiera me daba cuenta.
Incluso cuando alguien me daba un elogio, no me lo creía. Pensaba que lo decían solo por ser amables.
Pero llegó un punto donde todo cambió…
Fue cuando me mudé de país y mi vida dio un giro completo.
Empecé a ver cosas nuevas, a las que antes nunca había tenido acceso.
En mis redes comenzaron a aparecer psicólogos, gurús espirituales, y gente con una energía muy distinta a la que yo estaba acostumbrada. No fue algo que busqué… simplemente apareció como una lluvia sin pausa.
Y justo ahí, se mezcló con esa búsqueda espiritual interna que siempre había estado en mí. Algo hizo click.
Pasé de juzgarme por todo, a al menos intentar tener pensamientos más amables conmigo.
Quería mejorar ese diálogo interno que me estaba destruyendo sin que yo lo supiera.
No fue mágico ni perfecto.
Al principio me sentía falsa, incómoda, hasta me daba vergüenza conmigo misma. Pero ya no había marcha atrás.
Empecé a hablarme con un poquito más de cariño. A bajarle dos al juicio.
Y curiosamente… eso también me ayudó a quejarme menos, que era otro problema que arrastraba.
No lo recorrí sola (y eso hizo toda la diferencia)
Por suerte, este camino no lo recorrí sola.
Lo hice de la mano de mi mejor amiga. Ella también había salido de nuestro país, aunque a otro distinto, y aunque estábamos lejos físicamente, nos sentíamos conectadas gracias a las redes sociales (¡benditas sean!).
Entre memes y audios eternos, también nos compartíamos información, ideas, consejos, reflexiones… todo sobre cómo mejorar nuestro diálogo interno y dejar de sabotearnos.
Una de las primeras cosas que hicimos fue identificar los pensamientos negativos apenas aparecían. Apenas llegaba la queja o el ataque interno, intentábamos detenerlo en seco. Era difícil, porque esos pensamientos ya venían programados de fábrica. Pero con el tiempo, lo fuimos logrando.
También hicimos algo muy especial: nos dijimos mutuamente lo que admirábamos de la otra.
Y no solo eso… ¡también se lo preguntamos a otras personas! Sin juzgar, sin justificar. Solo escuchando lo que los demás veían en nosotras, aunque nos incomodara. Fue raro, pero también muy bonito.
Además, empezamos a oír meditaciones con frases positivas al inicio o al final del día, visualizaciones, y mucho contenido que nos ayudara a reprogramar ese cerebro rebelde que se resistía al cambio (sí, el mío era bien terco jaja).
La lectura, los videos, los posts en redes… todo fue parte del proceso. Me sumergí en ese mundo porque algo dentro de mí lo necesitaba.
Con el tiempo, empecé a notar que sí estaba funcionando.
Y algo muy lindo pasó: comencé a compartir todo eso con miembros de mi familia.
Cuando escuchaba a alguien hablarse mal, criticarse duramente o dudar de su valor, yo lo notaba al instante.
Me dolía. Porque yo veía cosas increíbles en esas personas, y sabía lo que era no poder verlas en uno mismo.
Desde entonces soy la rarita de la familia, la espiritual, sin ir a extremos, etc. y no tengo problemas, y la verdad la evolucion no es lineal, sino que parece ser en espiral, asi que seguimos intentandolo y vale 100% la pena siempre, proque te das cuenta como tu puedes impactar a otros desde tus pequeños cambios, incluso si ellos (quienes estan a tu alrededor) no se dan cuenta. si sientes las ganas de empezar a transformate, te invito a hacerlo de adentro hacia afuera, esa ecuacion nunca falla.